miércoles, 6 de julio de 2016

Día 3

I

No es que aquí haya más animales atropellados que en otro sitio. O quizás sí.
O quizás tardan demasiado en recogerlos.
En todo caso, el otro día vi uno. No miré demasiado porque tenía miedo que sea una ardilla. Y eso me partiría el corazón. 
Presenciar la muerte de un animal. No, no la muerte. El cadáver.
Y luego, con los días ver cómo va cambiando de color y se adapta al paisaje. Muerte camaleónica que se fusiona con el asfalto. 

II

Animalidad como paradigma identitario.
La sensibilidades producen sujetos. La producción de sensibilidades, entonces, es una producción de sujetos individuales y colectivos. 


III

Escribir con miedo a que la memoria borre las ideas que se trazan en el cerebro. Rápidamente hacer palabra, dejar huella, de lo que se piensa en silencio. No dejar que el exceso de sintaxis condicione la construcción de realidades. 
De eso se trata este blog, no?
Cazar el pensamiento como un animal que huye.
Zoológico de letras. Observo pensamientos atrapados. No debería ser tan terrible. Elegir las palabras justas para que las rejas se disipen. Abrir brecha, decía Chantal Maillard.
Las fisuras del lenguaje. Quiero decir, las bellas fisuras del lenguaje. 
Y cuánto peso tiene sobre sí la palabra belleza. Aún así no logro desapegarme de ella.
Quizás porque todo belleza es triste. Y no siempre terrible, a pesar de Rilke. 
Quizás me apego al lado triste de lo bello. Me apego a lo bello que se apaga, porque siempre se apaga. Quizás lo que puede hacer de una belleza terrible es la ausencia de tiempo, el absoluto, si esto existiera. Pero el tiempo hace que toda belleza sea triste porque contiene su inevitable decadencia, no?


III

¿Cómo añadirle flexibilidad a una palabra tan rígida como estructura? Estructuras móviles: el movimiento no afecta a la estructura, se produce sobre o a partir de ella. 
Supongo que Javier Sanjinés le critica algo así a René Zavaleta: estructura esqueleto, rígida, frente a la masa. O sea en ese límite es donde Sanjinés piensa que el pensamiento de Zavaleta falla en su radiografía de la sociedad boliviana. Porque sí, se trata de una "sociedad abigarrada", pero ese "abigarramiento" debe ser insertado en la estructura. 
Nuevamente la revolución del 52, el poder dual. La espontaneidad social que necesita ser conducida por una élite, aunque no recuerdo si Zavaleta utiliza la palabra élite.
Esto es como el 15 m, no?
O como todo movimiento revolucionario. Movimiento social en su camino a la institucionalidad. Ese proceso como un cernidor de la espontaneidad del ímpetu con que la multitud irrumpe.
¿Qué diferencia hay entre la multitud de Zavaleta y la de Hardt y Negri?
Multitud y descolonialidad.
Lo abigarrado y lo kitsch.
Lo popular y lo abigarrado.
Nuevamente, los antagonismos son estructuras que no se adaptan a todas la realidades.
La dicotomía arte culto y arte popular, ¿se puede aplicar a una sociedad abigarrada? ¿O sí? ¿O ese esquema interpretativo se adapta a cualquier sustrato social?
Lo indecible en Derrida, lo abyecto en Kristeva, lo subalterno en Spivak...
En Bhabha  (porque tengo aquí a mano el libro de Beverly):
traducción, suplementariedad, el borde cortante (este término me encanta), la pérdida de sentido-
En fin, lo que escapa a estas dicotomías sin constituir un tercer término. Ahí, quizás, se puede mover la estructura. No, ese espacio es todo menos una estructura.
Nueva dicotomía: estructura vs borde cortante. No, no funciona. Porque podría ser el borde de la estructura, no? Pero ser borde, ¿es siempre ser borde de algo?


martes, 5 de julio de 2016

Día 2



Empezar con una generalidad: el lenguaje cinematográfico permite nuevos ámbitos de representación.
Pero cada generalidad carga con una tradición por la que rápidamente puede ser rebatida.
Debatir conmigo misma a cada palabra está reñido con la inmediatez que preciso.

Por otra parte, habría que liberar los conceptos a su indefinición. No dejar que sean presas de su genealogía porque, al fin y al cabo, nunca puede decirse que refieren absolutamente a algo.
Pienso ahora en el término populista, neo-populista, aplicado al cine, claro.
La dificultad de emplear estos términos de un contexto a otro. Pero, a la vez, su uso abre las posibilidades de significación y alumbra realidades que permanecen innombradas. Pasado el tiempo, quizás, su propia seguridad denotativa clausuraría la experiencia y habría que volver sobre lo que los conceptos significan y lo que no significan. Definirlos por su contrario, como Esposito hace con lo político a partir de lo que no es político, lo impolítico.

Y luego esta el peso moral o las simpatías, los afectos y rechazos a conceptos que se vuelven adjetivos.
Nada más reduccionista que un adjetivo, pienso. Pero esa es otra generalidad interrogada por su tradición. Una tradición que, por supuesto, desconozco.

Así que vuelvo a defender la intuición contra la tradición. Al menos en los tiempos que la producción de artículos exige.
Pienso en Kluge quejándose en la  televisión sobre los tiempos que exige la televisión para reflexiones que requieren mucho más tiempo. En ese caso: sociedad y cine, creo recordar.

El problema de usar la palabra proletario. ¿Una esfera pública proletaria puede aplicarse o transformarse en una esfera pública campesina?. Es decir, Kluge contrapone la esfera pública burguesa a la proletaria. Pero pienso que entre esos dos antagonismos podría abrirse un espacio más diverso. No un tercer espacio definido. Algo así, quizás, como un indecible derridiano.
Esfera pública: colectividad donde confluyen las distintas particularidades, supongo. Quiero creer. De nuevo, un espacio intermedio entre los antagonismos individuo vs. colectivo. Pero está el peligro, claro, de caer en relativismos. Pero entre antagonismos rígidos y relativizaciones absolutas, hay un campo complejo que no tendría porqué ser irrepresentable.

Identidad y representación. La identidad como autorepresentación. Yo soy mis gestos, mi puesta en escena con los demás pero también y fundamentalmente conmigo misma. Una afirmación muy narcisista, claro.

Identidad sin alteridad, o la alteridad como prolongación de la identidad. Pero la alteridad es el infinito, no? ¿El otro no es siempre irrepresentable? ¿No estoy siempre representando al otro en mi escenario con mis códigos lingüísticos, es decir personales, es decir íntimos, es decir intrasnferibles? Hospitalidad: recibir al otro.
En lugar de un cine militante quizás ahora hace falta un cine de la hospitalidad. Quizás esa es ahora la forma de ser militante. Educar (esto suena muy ilustrado) en la amplitud de percepciones. Es decir en el conocimiento de la imposibilidad de poder saber cómo percibe el otro.
Todos somos daltónicos para los demás.
Señalar dónde me duele como decía Wittgenstein (aunque esté escribiendo mal su apellido no lo voy a mirar). Pero, dices el lugar, claro, no el dolor.
El dolor no se puede decir porque se percibe,
La alteridad es primeramente alteridad de y en lo sensible.
Entonces la labor (esto si suena militante) del cine sería hacer tambalear constantemente las estructuras con las que percibimos.
Sacudirnos la visión (me gusta como suena eso). Sacudir de conmoción pero sí, también de polvo.
Nadie mira igual que otro. Nadie escucha igual que otro.
Sí, la tragedia del lenguaje y aún así, entre conmociones, nos entendemos, no?

Y el cine es como el otro lenguaje. Como éste lenguaje. Es lo mismo.

Y el tema de la dependencia. O de estar aferrado al origen. ¿Quién dijo primero amor? ¿Y a qué se refería realmente? Probablemente el significante se ha perdido. Pero todos lo reinterpretamos una y otra vez. Y en esto, a veces, parece que nos entendemos.

Pero si yo soy boliviana y digo amor o lenguaje o teoría de la dependencia o dialéctica, ¿estoy hablando con las herramientas del amo? ¿después de tantos años siguen siendo las herramientas del amo? ¿después de tantos años son sólo y exclusivamente eso? ¿no puedo yo horadar (me gusta esa palabra) las herramientas del amo y hacerlas mías, deformarlas?

Deformarlas por exceso de forma.

Lo mismo con el cine. Pienso que Ukamau, con un lenguaje propio de las vanguardias (extranjeras como el cine en su conjunto, por cierto), irrumpió en la sensibilidad de lo que sea que significa ser boliviano y la puso a temblar. No sólo por el tema: representar al indio. Sino justamente por lo irrepresentable. Y eso (lo siento Sanjinés) sucede por el plano detalle. No porque el plano detalle del ojo de Sabina ¿? sea una individuación sino porque esa violencia que lleva a la cámara a centrarse en la pupila (la violación) es irrepresentable. A veces no representando es como mejor se representa, quizás.

¿Por qué la crítica afirma que el plano secuencia integral sí es adecuado para representar lo boliviano? Estamos ante la misma paradoja, aunque sea un hallazgo formal estamos ante una lengua extranjera.
No me estoy explicando bien. Pero pienso que ya debería estar superado ese tema. Pienso que se puede usar el lenguaje extranjero para decir lo propio.
El cine de Sanjinés puede operar con determinados lenguajes y hacerlos tambalear, no? La lengua extranjera dentro del cine, ¿cuál es?



lunes, 4 de julio de 2016

Día 1



Nuevamente un diario.
Ocho año después.

El tema será: escribir cuando no puedo escribir. Cuando la ansiedad me paraliza en una serie de rutinas que son, o pienso que son, cuidado de mi misma.
Supongo que es la edad que siempre es una parodia de lo que se supone que creemos debemos ser y nunca somos.
El tema es que debería escribir un artículo. Tengo el artículo en mi cabeza. Pero del artículo imaginario se descuelgan palabras como suplementos. Palabras-excrecencia que se depositan en el cuerpo en forma de enfermedades imaginarias. Y miedos. Muchos miedos que últimamente no me dejan dormir.
Por eso voy a hacer lo único que desde siempre sé hacer para salvarme: escribir en el vacío.
Escribir sobre no poder escribir. Así que necesito este espacio para depositar la excrecencia que, a veces, toma la forma del psicoanálisis. Una búsqueda íntima de porqué el miedo.
Pero también voy a escribir sobre el miedo. Sobre cómo, desde que vivo acá, he experimentado nuevas intensidades del miedo para las que aún no he encontrado relato.
Porque lo que sucede al día siguiente, esas explicaciones racionales de porqué no duermo, no son un relato. Son el inicio de la rutina pactada conmigo misma, con la idea que tengo de cuidarme.
Porque, en el fondo, el artículo no importa, el máster no importa, los reconocimientos imaginarios no importan.
Importa escribir que es lo único que me puede ayudar a escribir todas esas páginas que no importan sobre cosas que sí me importan.
No dejar que el miedo me arrebate las sensaciones de suspensión, arrebato, llanto, satori, aletheia, todas mis confusas formas de llamarle a eso, a esa sensación.

La premisa número uno es no mentir. No impostar con la escritura. O más bien, impostar ordenadamente dejando huella. Fijando la ansiedad que no me deja escribir. A lo mejor depositando acá toda esta excrecencia llego al artículo con el entrenamiento de la escritura. Ese ejercicio entre pensar y escribir que se parece mucho a la verdad o al amor o a una idea adormecedora de destino.

Escribir sobre cine y tener miedo, claro, a no haberlo leído todo. Tener que producir textos que interactúan con otros textos sin tener tiempo a sentir esos textos. Mi sensibilidad requiere de una sedimentación que en la academia no existe.

Pero esto es mejor, me repito constantemente, es infinitamente mejor que trabajar de camarera. ¿Entonces por qué la ansiedad?

Quizás hasta ahora no me he logrado librar del pasado. Creo que eso no es posible. Es idiota que algo trivial me genere en el cuerpo una sensación del pasado. O que creo propia del pasado, de mi recreación del pasado que era yo.

Digamos que F. me da miedo. Otra vez la palabra miedo.
En este caso, me da miedo y me da culpa. Y me pregunto cómo sería la vida sin esta especie de nebulosa que me ata a ella. Esa tensión entre la voluntad de huir y la obligación de quedarme me sigue atormentando. Es algo de lo que debería haberme librado hace años. Pero ha reaparecido a medida que ella se ha vuelto más presente. Le he permitido otras vías para estar presente cuando, increíblemente, casi 15 años después de haberme ido todavía no estoy preparada para su presencia en mi vida. Quizás nunca lo esté y esa sea una derrota que tenga que asumir sin culpa.

El artículo: claro es darle forma a dilemas de la identidad que también es la mía, así que esto también es una nebulosa.
O quizás no me creo capaz. Pero de eso no estoy segura. Sólo quisiera tener más tiempo.

¿Por qué los ruidos de la noche siempre suenan más fuertes?
A veces siento el impulso de volver a creer en espíritus y en fantasmas....y ahora me da miedo hasta escribirlo.

La cuestión (una de varias): no sé porqué estoy en este país, en este rincón del mundo donde habitar es una forma del miedo. Porque, definitivamente, este es el país del miedo. Un país en que la imagen de lo apacible siempre contiene el horror. Y eso se respira. Y no deja de ser gracioso que escriba esto el día de la fiesta nacional. Cuando los ruidos mínimos del miedo se mezclan con los fuegos artificiales que explotan en un cielo que no me interesa ver.

Escribir y no pensar en el pasado. Escribir y sólo pensar en escribir. Decir cine y escribir sobre cine e identidad. No detenerme no detenerme no detenerme.