lunes, 4 de julio de 2016

Día 1



Nuevamente un diario.
Ocho año después.

El tema será: escribir cuando no puedo escribir. Cuando la ansiedad me paraliza en una serie de rutinas que son, o pienso que son, cuidado de mi misma.
Supongo que es la edad que siempre es una parodia de lo que se supone que creemos debemos ser y nunca somos.
El tema es que debería escribir un artículo. Tengo el artículo en mi cabeza. Pero del artículo imaginario se descuelgan palabras como suplementos. Palabras-excrecencia que se depositan en el cuerpo en forma de enfermedades imaginarias. Y miedos. Muchos miedos que últimamente no me dejan dormir.
Por eso voy a hacer lo único que desde siempre sé hacer para salvarme: escribir en el vacío.
Escribir sobre no poder escribir. Así que necesito este espacio para depositar la excrecencia que, a veces, toma la forma del psicoanálisis. Una búsqueda íntima de porqué el miedo.
Pero también voy a escribir sobre el miedo. Sobre cómo, desde que vivo acá, he experimentado nuevas intensidades del miedo para las que aún no he encontrado relato.
Porque lo que sucede al día siguiente, esas explicaciones racionales de porqué no duermo, no son un relato. Son el inicio de la rutina pactada conmigo misma, con la idea que tengo de cuidarme.
Porque, en el fondo, el artículo no importa, el máster no importa, los reconocimientos imaginarios no importan.
Importa escribir que es lo único que me puede ayudar a escribir todas esas páginas que no importan sobre cosas que sí me importan.
No dejar que el miedo me arrebate las sensaciones de suspensión, arrebato, llanto, satori, aletheia, todas mis confusas formas de llamarle a eso, a esa sensación.

La premisa número uno es no mentir. No impostar con la escritura. O más bien, impostar ordenadamente dejando huella. Fijando la ansiedad que no me deja escribir. A lo mejor depositando acá toda esta excrecencia llego al artículo con el entrenamiento de la escritura. Ese ejercicio entre pensar y escribir que se parece mucho a la verdad o al amor o a una idea adormecedora de destino.

Escribir sobre cine y tener miedo, claro, a no haberlo leído todo. Tener que producir textos que interactúan con otros textos sin tener tiempo a sentir esos textos. Mi sensibilidad requiere de una sedimentación que en la academia no existe.

Pero esto es mejor, me repito constantemente, es infinitamente mejor que trabajar de camarera. ¿Entonces por qué la ansiedad?

Quizás hasta ahora no me he logrado librar del pasado. Creo que eso no es posible. Es idiota que algo trivial me genere en el cuerpo una sensación del pasado. O que creo propia del pasado, de mi recreación del pasado que era yo.

Digamos que F. me da miedo. Otra vez la palabra miedo.
En este caso, me da miedo y me da culpa. Y me pregunto cómo sería la vida sin esta especie de nebulosa que me ata a ella. Esa tensión entre la voluntad de huir y la obligación de quedarme me sigue atormentando. Es algo de lo que debería haberme librado hace años. Pero ha reaparecido a medida que ella se ha vuelto más presente. Le he permitido otras vías para estar presente cuando, increíblemente, casi 15 años después de haberme ido todavía no estoy preparada para su presencia en mi vida. Quizás nunca lo esté y esa sea una derrota que tenga que asumir sin culpa.

El artículo: claro es darle forma a dilemas de la identidad que también es la mía, así que esto también es una nebulosa.
O quizás no me creo capaz. Pero de eso no estoy segura. Sólo quisiera tener más tiempo.

¿Por qué los ruidos de la noche siempre suenan más fuertes?
A veces siento el impulso de volver a creer en espíritus y en fantasmas....y ahora me da miedo hasta escribirlo.

La cuestión (una de varias): no sé porqué estoy en este país, en este rincón del mundo donde habitar es una forma del miedo. Porque, definitivamente, este es el país del miedo. Un país en que la imagen de lo apacible siempre contiene el horror. Y eso se respira. Y no deja de ser gracioso que escriba esto el día de la fiesta nacional. Cuando los ruidos mínimos del miedo se mezclan con los fuegos artificiales que explotan en un cielo que no me interesa ver.

Escribir y no pensar en el pasado. Escribir y sólo pensar en escribir. Decir cine y escribir sobre cine e identidad. No detenerme no detenerme no detenerme.



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